Luego de un primer semestre bastante para el club presidido por Juan Román Riquelme, donde quedó sin copas internacionales, eliminado del torneo local en 4tos y sin técnico, el presidente busca girar rápido el timón. 

Russo está a las puertas de una semifinal clave con el Ciclón, que se medirá este domingo contra Platense. Si gana, seguirá hasta la final del 1° de junio en Santiago del Estero. Si pierde, el martes 27 ya podría estar saludando en Ezeiza con el escudo azul y oro en el pecho. La novela tiene dos capítulos posibles y se define en 90 minutos.

En Boedo, nadie se hace ilusiones: saben que Russo ya hizo las valijas. Más allá del resultado del domingo, su salida es cuestión de tiempo. Y no solo porque lo quiera Boca, sino porque en San Lorenzo el clima institucional es, por decirlo elegantemente, irrespirable.

Mientras tanto, en el Mundo Boca —donde el Mundial de Clubes ya aparece en el horizonte como obsesión y presión— no hay margen para errores ni improvisaciones. Fernando Gago ya es pasado, y Riquelme apuesta por un nombre conocido, que supo salir campeón y calmar tormentas. Por eso, aunque la impaciencia es marca registrada, esta vez están dispuestos a esperar.

En la ribera ya lo esperan con los brazos abiertos. En el Bajo Flores, ya lo dan por perdido. Russo, como en los mejores clásicos, juega con la camiseta puesta… y el futuro asegurado. Solo falta que suene el pitazo final para que arranque el nuevo partido.